Estoy terminando el piso del departamento.
Esto no debería haber sido así.
La idea era terminar el piso y el frente, y tomarnos unos buenos Gancias en el balcón.
La idea era que cuando termináramos, Ramón (el vecino de enfrente) sería el segundo en enterarse quién pasaba por la vereda.
La idea era que al terminar no tuvieras nunca mas nada que ver con la construcción.
Que me marcaras los defectos que ojos menos entrenados ni siquiera verían, y nos cagáramos de risa del resultado final.
Que envejecieras comiendo picadas en el balcón de tu departamento en la playa.
Que financiaran con el alquiler de ese departamento sus viajes por todo el país.
Que ya nunca pasáramos separados una fiesta, un cumpleaños, un aniversario.
Es cierto que yo no necesitaba esperar que vinieras para terminar lo que faltaba.
Que de una forma u otra ya podía, con alguna que otra consulta telefónica acabar la obra.
Pero era parte del juego que jugábamos juntos.
Vos dirigías la obra.
Yo, ansioso, me salía de la vaina por darle el último toque.
Vos, calmado, me decías que debíamos esperar la primavera, para no trabajar muertos de frío.
Mientras tanto, me ibas dando los últimos lineamientos de como sería lo que faltaba.
Y me decías que contratara gente.
Y yo me negaba, porque sentía que debíamos ser nosotros los que acabáramos lo que empezamos.
¿Que intuías que yo ignoraba?
¿Que te estaba avisando tu cuerpo?
¿Que callabas?
Me dió mucho trabajo el contrapiso y la carpeta. Hace 100 años, cuandose hizo la casa, o los métodos de construcción eran muy precarios, o el albañil era afecto a las bebidas.
Nada coincidía con nada.
Me las ví muy feas para unificar los niveles, sin nadie que me orientara.
Como si eso fuera poco, costaba mucho entrar al departamento cuando finalmente llegó la primavera.
Además del calor (que casualmente no fué tanto) llegó la angustia.
Esa sensación de que todo era al pedo. De que nada importaba. De que si el arbol cae en el bosque, pero no hay nadie para escucharlo, que haga ruido o no es baladí.
A veces alcanzaba a entrar, otras, con solo poner la llave en la cerradura alcanzaba para decidirme a hacer otra cosa. Meses sin poder hacer absolutamente nada.
Detrás de esa puerta habitaban demasiados recuerdos para confrontar con un solo desánimo.
La lucha era demasiado desigual. Yo nunca fuí un valiente.
Para cuando me decidí, ya era bastante tarde.
La temporada se venía encima y el trabajo era mucho.
Termino de colocar los cerámicos ya entrado el 2012.
La losa y su techo deberán esperar todavía unos meses.
Está quedando hermoso.
Pero no debería haber sido así.
Ni siquiera el Gancia sabe como antes.
Te extraño tanto...
Loa padres son así,somos así,hay un pila de años que sirven para aprender de los errores y se vuelven mandatos de acción protectora,proyección del amor de progenie.
ResponderEliminarPero también en las observaciones del experimentado,uno se da cuenta que que cada una de las observaciones vienen acompañadas de un inocente"no me olvides,aquí te doy mi experiencia".
Me emocionó el relato.
Un Gran Abrazo
Es dura la ausencia. Y difícil hacerse a la idea de que, de alguna manera, nos pasaron la posta. De golpe, y sin decir agua va, cambiamos de rol, sin saber si nos dá el piné, y, como diría Ringo, en el momento justo en el que "te quedás tan solo que hasta el banquito te sacan"
ResponderEliminarUn abrazo.