Otras 10, otras 100, otras 500... decía el inmortal Almafuerte en uno de sus magníficos Sonetos Medicinales
y esto viene a cuento de que hace unos días alguien a quien yo quiero, comentó displicentemente, mientras veía una repetición de los combates mediante los cuales llegara a la obtención de la medalla de oro Sebastián Crismanich, que había cumplido con su trabajo. Y se pudrió todo.
Y es que de eso se trata, de cumplir con su trabajo, pero no de cualquier forma.
Porque todos cumplimos con nuestro trabajo, pero no de la misma manera.
Algunos trabajan a reglamento, otros en los ratos libres que les dejan sus múltiples vacaciones, eventos y meditaciones.
Trabajan unos como si su trabajo fuera pegarle desganados mazazos a una piedra, mientras al lado trabaja otro con una maza idéntica, pero con la convicción de estar siendo parte de la construcción de un monumento.
Unos tirándose al sentir el contacto, espectacularmente, para la foto. Otros, ignorando el golpe, la vista fija en la pelota, con la voluntad intacta pese al dolor.
Parece mentira que el primero no repare en que la única foto interesante de las dos va a ser la del dolor contenido del que no se dio por vencido. La otra, el mamarrachezco vuelo gallináceo, con su estéril vocación de aterrizaje, no puede interesarle a nadie, de tan vulgar, cobarde y repetida.
Algunos, como esa bella persona que me acomodó el horario, en un hospital público, para que no tuviera que dejar de trabajar antes para poder completar las horas de ayuno requeridas. Otras, como esas enfermeras que en la clínica privada, ni se molestaron por limpiar las escaras de la pobre viejita que ya no saldría con vida de esa sala (y no es que podrían haber salvado su vida, apenas si podrían haber hecho mas digna su partida, una nimiedad, sobre todo para quienes no son las hijas de esa anciana que tienen que oler su muerte antes de padecerla )
Suelo ser muy crítico de los empresarios argentinos, a los que no les perdono su falta de vocación de grandeza. Siempre en la chiquita, siempre en la fácil. Por que no son todos, pero los que son marcan tendencia.Vampiros de la sangre del estado, pero liberales a la hora de ser regulados.
Pero no menos mal me caen los trabajadores a desgano constante, los sindicalistas devenidos en empresarios cuando no en mafiosos, los apáticos de esfuerzo, que a la vez son jueces implacables y despectivos del esfuerzo ajeno.
Opté por abandonar la construcción en obra, por no cruzarme con gente que, ante la observación de que estaban haciendo mal su trabajo, me respondían "total no voy a vivir yo", o "total no es para mí". Como si eso fuera posible. Como si las consecuencias de nuestros actos no nos acompañaran por el resto de nuestra vida.
No me cabe en la cabeza que un profesor pueda ir a dar una clase sin prepararla, aunque entiendo que si tenés que dar Historia Moderna y Contemporanea a las 8:00, Geografía de América a las 8:45 en otro colegio, Construcción Ciudadana a las 9:30 en un tercero para culminar a las 10:15 con Historia Argentina en un cuarto, se puede llegar a complicar saber de que carajo hablar en cada escuela. Aunque se necesita ser muy iresponsable (para usar una palabra suave) para tomar horas, diferentes de materias diferentes en colegios diferentes. Y para permitir esa canallada ni te cuento. Pero si además después te vas a quejar de la apatía de los chicos, entonces sí que puedo putear tranquilo.
Soy un ferviente defensor de la protesta, y siempre consideré que si alguien se está cagando de hambre, que yo, con la panza llena y mis hijos hastiados de proteínas, ponga el grito en el cielo por tener que esperar a que se termine un corte de ruta, muchas veces el último recurso de un desesperado, me parece una hijaputez sin límites.
Pero, aún no logro imaginar en que estaba pensando el boludo que decidió que, para efectuar su justo reclamo ante la avaricia de los acopiadores de granos -que les descuentan de sus ingresos costos que debieran asumir ellos- era necesario quemar neumáticos por tres días frente al Centro de acopiadores, tapando en humo a un barrio, dejando por tres días sin trabajar al muchacho del kiosco de la esquina, e impregnando de esa combustión incompleta, en forma permanente e inalterable a las casas de los vecinos de 4 manzanas, que convivirán con ese hollín y ese olor por los siglos de los siglos, en el supuesto caso de que las casas de la vecindad y sus dueños duraran tanto.
De mas está decir, que los acopiadores, que jamás aparecieron por el centro en esos días, apenas terminada la medida de fuerza, contrataron una cuadrilla que, con hidrolavadoras, detergentes, solventes y pintura, dejaron impecable el frente de su Sede (y pura y exclusivamente su Sede, que no es cuestión de andar derrochando una moneda en tratar de solucionar las consecuencias que provocara la reacción ante sus mezquinos actos), que hoy por hoy luce aún mejor, en comparación con los estropeados frentes de los vecinos, y hasta en la calle, que meses después aún presenta las huellas de la protesta excepto, como imaginarán en el sector del frente de la agrupación campera.
Cuando uno lleva adelante una medida como en este caso, cortando la circulación en una mano de la avenida por tres días, con un piquete en forma permanente reclamando por algo que considera justo: ¿Con que objetivo lo hace? Supuestamente, busca poner en conocimiento de la ciudadanía la injusticia y la arbitrariedad con la que están siendo damnificados por este grupo de empresarios. Y la idea, supongo, sería provocar en la sociedad, una empatía por su causa, que lleve a estos empresarios a dar marcha atrás con tan injusta medida. Ahora ¿En que piensa un dirigente que efectúa esta protesta haciendo daño gratuitamente a los vecinos que nada tienen que ver con ella?¿Se puede hacer tan mal su trabajo?
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A veces se hace difícil imaginar que desde tanta apatía y desgano, pueda surgir el cambio que necesitamos para que esta "primavera Argentina" se consolide mas allá de la duración de este gobierno. Me da esperanza cuando veo a los pibes, a los que considero infinitamente mas sanos, decentes y comprometidos que a los mayores. Pero a la vez me preocupa la facilidad con la que suelen caer en la tentación de sumarse a la sarta de viejos boludos que ningunean el esfuerzo extremo de los demás, cuando no son capaces en lo suyo de realizar con un mínimo de dignidad su tarea.
El que no pueda tomar su trabajo como algo trascendental y dedicar lo mejor de sí a su desarrollo, es indigno del mismo, sea cual fuere éste.
El hombre dignifica a su trabajo, tanto como su trabajo a él.
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Este humilde blog rinde homenaje a un trabajador de la redonda, que deja todo lo que tiene en cada jugada, sin importarle las patadas, los dolores ni el dinero (que son millones los que arriesga a cada guadañazo que esquiva o soporta sin tirarse); porque cuando acelera con la pelota al pié, no solo está haciendo lo que debe, está siendo lo que sueña, que es nada mas y nada menos que lo que deberíamos hacer todos.
Muuuy bueno!
ResponderEliminarMuchas gracias Daniel
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