Cuando Francis Fukuyama escribió el fin de la historia, en 1992, jamás imaginó que en el convulsionado e ideologizado mundo del 2013, desde un país cuya historia reciente es la cabal demostración de su error, un mamerto que jamás se enteró del inicio de la misma (porque es un analfabeto funcional que jamás leyó un libro de historia), en la metrópolis que hace las veces de capital de lo que para el ponja neoliberal sería ni más ni menos que el mismísimo culo del mundo, concretaría su profecía...
¡Aboliéndola!
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