viernes, 30 de marzo de 2012

Un velero llamado ...

La piden, la exigen, la imploran, la celebran, la alaban, la venden, la protegen, la quitan, la cantan, la privan, la otorgan, la limitan, la promueven, la denuncian como faltante, la coartan, la enuncian, la maquillan, la elogian.
Pero...
Basta que alguien haga uso de Ella, para que salgan a condenar, a explicar, a juzgar, a condenar, a opinar, a lucrar, a mentir, a lamentar, a atacar, a herir, a limitar, a meditar, a mediatizar, a hablar boludeces.
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Ella me mira, me sonríe, y, ante la asombrada mirada de mi esposa me invita a ir a la playa.
Acepto y nos vamos los tres.
Y nos olvidamos por un rato del dinero, del trabajo, de las responsabilidades, de las obligaciones, de los otros.
Y despedimos el mes de marzo, barrenando olas, y yendo mas allá de la rompiente, para poder nadar en las frías aguas del otoño (aunque no tan frías como cabría esperar).
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Ella se acerca y me dice al oído : -Pobres, jamás sabrán de que se trata...  y me señala un velero que avanza a la deriva. Sus ventanas tapiadas. Las velas destrozadas. No puedo verlos, pero los oigo. Discuten acaloradamente sobre la legitimidad, las motivaciones, los intereses, la necesidad, la oportunidad...
-¿Para que me invocan, si no tienen la menor idea que hacer conmigo? dice.
La invitamos a quedarse con nosotros.
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Disfrutamos ampliamente de su compañía en esta tarde soñada de otoño.
No necesitamos invocarla. Ella es la que viene en nuestra búsqueda, para hacer mas feliz nuestra vida.
A la vuelta, trato de recordar el nombre del velero.
Creo que se llamaba Galera.

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